Contemporary Hispanic detective fiction is an explicitly ideological literature…[1]
Violencia y corrupción
En el año 2017 la organización Transparency International clasificó a 183 países según su nivel de corrupción. De esta larga lista, México se encuentra en la posición número 143. La corrupción mexicana forma parte de una larga historia política, con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder durante 71 años consecutivos debido al fraude electoral y el famoso dedazo, donde el PRI escogía quien sería el próximo presidente para asegurar que sus propios candidatos ganarían la presidencia. La elección histórica del año 2000 con una victoria por parte del Partido Acción Nacional (PAN) terminó, sin embargo, con el gobierno del PRI, pero sin solucionar los problemas de la corrupción política de la nación. La corrupción política y económica no son los únicos problemas que han plagado al país; la violencia, la pobreza, el maltrato del medio ambiente y la incompetencia general del gobierno son otras dificultades a las que se ha enfrentado la nación. Últimamente, México ha vivido tiempos desafiantes. Desde 1994 con la implementación de NAFTA y el consiguiente enfoque en el modelo económico neoliberal hasta 2008, cuando Felipe Calderón declaró la guerra a los narcotraficantes, han aumentado la violencia y el miedo y, como consecuencia, México ha sufrido.
Publicada en 2014, la novela A Lupita le gustaba planchar de Laura Esquivel responde a la crisis mexicana, como se observa en las palabras de la propia protagonista: “¡pinche país! … ¡pinches políticos corruptos! … ¡pinches matones! ¡pinches narcos! ¡pinches narcogobiernos! ¡pinches legisladores culeros! … Lupita siguió maldiciendo hasta que no le faltó nadie en la lista” (15). Al utilizar el género de la novela negra como vehículo para examinar y proponer soluciones a las transgresiones de la nación enferma, el texto se alinea con la premisa de Persephone Braham que afirma, “Unlike traditional detective fiction in English, the majority of detective fiction in Spanish is comprometido or socially committed” (x). Braham a la vez sugiere que la ficción policiaca en el mundo hispanoparlante se ha convertido en “a tool of social criticism in a climate where the official press is unwilling or unable to perform this function” (x). En un país donde más del 90 por ciento de los homicidios quedan sin resolver y en donde gran parte de las víctimas son periodistas, expresar el enojo y la indignación del país por medio de una novela con personajes ficticios es menos problemático y peligroso que escribir un reportaje periodístico y arriesgar la propia vida. Víctor Manuel Sanchis Amat está de acuerdo con Braham y enfatiza que el género de la novela negra sirve como arma, “employed to denounce social and political corruption in places where poverty, violence, and impunity are consequences of state repression” (143). Como tal, la utilización de la novela negra de Esquivel se presta para subrayar al texto como agente de resistencia y de compromiso social.
El presente estudio analiza A Lupita le gustaba planchar como una novela de resistencia socialmente comprometida, donde Esquivel busca un cambio para un país plagado por muchos años de adversidad. La autora propone una vuelta al origen indígena y a una identidad basada en valores comunales donde el respeto por el mundo natural provee soluciones a los problemas. Así, se sugiere que México podrá superar la inestabilidad política, la corrupción, la fragilidad económica y la violencia debido al narcotráfico que desborda el país. La exaltación de lo exótico en la novela de Esquivel se hace eco de la idealización de las civilizaciones indígenas, recordando al mito del “buen salvaje” y a la polémica entre la civilización y la barbarie presente en la literatura latinoamericana del siglo XIX, cuando las nuevas naciones buscaban su propia identidad y hubo un intento de romper con la estructura y las instituciones de la colonia. Sin embargo, el planteamiento de Esquivel supera la idealización de lo indígena que resultaba en la otredad y hace hincapié en el mundo natural y los ejemplos que ofrece a la modernidad mexicana en crisis. Por consiguiente, el estudio utiliza un marco teórico ecocrítico para explorar el llamado de la novela al mundo natural y a la vida comunal de los indígenas como vehículo para superar los males de la nación mexicana y conseguir justicia social.
La civilización y la barbarie: Lupita como símbolo de la nación
Con un título que da relevancia a una protagonista a quien le gusta planchar y quien, en su tiempo libre, también disfruta tejiendo, recordamos la exitosa novela de Esquivel, Como agua para chocolate (1992), donde lo doméstico y en particular las tareas de la cocina se convierten en un espacio para negociar y subvertir los modelos de género arcaicos en México. En A Lupita le gustaba planchar la protagonista es oficial de policía que plancha y teje, actividades que según ella, le dan una sensación de paz y tranquilidad. A pesar de ello, el desarrollo de este personaje femenino no está definido por los papeles tradicionales de género. A la vez, Lupita es una mujer triste que ha sufrido mucho y al protagonizarla de esta manera se establece cierto paralelismo entre Lupita y México, y el retrato de la nación mexicana es uno que no enmascara la dolorosa realidad del país. De este modo, se puede ver cómo a lo largo del texto, Esquivel yuxtapone los acontecimientos de la vida de Lupita y sus emociones con el estado de la nación mexicana. Igual que México, Lupita está enferma; como consecuencia de los abusos de su padrastro se convierte en alcohólica y en una ocasión en que se encontraba ebria golpea a su hijo, matándolo accidentalmente.
Tras salir de la cárcel, Lupita empieza una nueva vida como oficial de policía, pero a menudo regresa a la bebida como medio para aliviar su dolor. Si bien Lupita es una metáfora de la nación mexicana, el fallecimiento de su hijo representa las muertes de los “hijos” de la nación, esto es, por un lado, la muerte literal de los ciudadanos como consecuencia de la violencia asociada con los narcotraficantes; por otro, las pérdidas del medio ambiente a causa de los ataques de las corporaciones contra este, y por último, la muerte metafórica de la cultura derivada del neoliberalismo. A modo de ejemplo, la protagonista de la historia se lamenta de estas pérdidas, “no sólo lloró por su hijo muerto…lloró incluso por todas las plantas de maíz que no nacen porque los campesinos obtienen mejores ingresos sembrando plantas de amapola. Lloró con rabia la aprobación de una reforma energética que abría las puertas a los inversionistas extranjeros para que se apoderaran del petróleo mexicano. Lupita también lloró por México en manos de los vendepatrias, de los narcos, en manos de los que asesinan para impedir que la gente como ella viva” (41).
Para hacer hincapié en los males del país Esquivel usa un lenguaje que nos devuelve al siglo XIX, cuando Domingo Faustino Sarmiento, presidente de Argentina de 1868-74, describe los problemas de la patria en su esfuerzo de mejorarla, destacando la dicotomía entre la civilización y la barbarie al comentar, “La sociedad ha desaparecido completamente; queda sólo la familia feuda, asilada, reconcentrada; y no habiendo sociedad reunida, toda clase de gobierno se hace imposible; la municipalidad no existe, la policía no puede ejercerse y la justicia civil no tiene medios de alcanzar a los delincuentes” (26). Para Sarmiento, la civilización se encontraba en las ciudades, donde había arte, educación, juzgados, todo “lo culto”. En A Lupita, se invierte esta dicotomía de civilización y barbarie, ya que la civilización hace barbaridades que provocan la crisis de la nación. Claro que, a diferencia de Sarmiento, Esquivel no sugiere el tratamiento bárbaro como hacía Sarmiento a todos que no cabían dentro de su definición de “civilización”, como los gauchos y las poblaciones indígenas. No obstante, se puede ver cierta semejanza entre el momento histórico de Sarmiento, que para él la nación se encontraba en crisis y el México que nos describe Lupita.
La tristeza de la protagonista es emblemática de la crisis y Lupita llora por un sinfín de cosas: la pérdida de su hijo, los problemas del país y la muerte de Arturo Larreaga, líder delegacional de su distrito político, el evento que provoca la trama de la novela. Lupita fue testigo de su asesinato y resulta ser un gran choque emocional para ella porque creía que Arturo era un buen hombre, que realmente quería “cambiar las cosas” (42). Desde el inicio de su administración, ella observó cómo desafió a los líderes políticos cuya única preocupación era el progreso personal a costa del país y, por lo tanto, su muerte, según Lupita, era emblemática de todo lo que estaba mal en México. Como uno de los únicos testigos del asesinato, Lupita se involucra en resolver el crimen. El asesinato era un verdadero misterio: ella observó que nadie le había disparado, no hubo una explosión, no había evidencia de un cuchillo, solamente había una herida en su vena yugular producida por un pequeño objeto afilado que le hizo desangrarse hasta morir. A medida que Lupita se enreda en la investigación del crimen, descubre a La Mami, una vendedora local que también maneja una red de narcotráfico. Cuando alguien ataca a Lupita y la dejan por muerta parece que La Mami podría tener un papel en el asesinato de Larreaga.
No obstante, no es la Mami quien la ataca y el rescate llega a ser un punto clave en el mensaje de Esquivel. ¿Quién salva a Lupita? Tenoch, un chamán de una comunidad indígena en la alta sierra de Guerrero. Este hombre misterioso que rescata a Lupita se convierte en una versión moderna del antiguo y romantizado “buen salvaje” del siglo XVIII. Sin embargo, Esquivel invierte completamente la idea romántica del indígena de siglos pasados y más bien busca nuevas ideas para la nación. Con el nombre de un respetado cacique de la gente mexica (Tenoch) que se inspiró del nombre de Tenochtitlan, la isla en el lago de Texcoco que llega a ser el imperio de los aztecas, el Tenoch de la novela representa nuevos comienzos para Lupita y en sí la nación. Aunque lo que pasa después con Lupita en la comunidad indígena se pinta de forma idílica y exótica, parecido al exotismo presente en la literatura del siglo XVIII dónde se podía observar una, “búsqueda de países lejanos o de tiempos pasados … la necesidad de perderse en paisajes salvajes” (Vicente-Yague Jara 276) lo exótico concuerda más bien con las ideas postcoloniales de Homi Bhabha. Para Bhabha, “the indigenous or native history should be internal to its national identity” (9) y como tal destaca que, “Increasingly national cultures are being produced from the perspective of disenfranchised minorities” (9). De este modo, Esquivel se apropia de la técnica y temática literaria de siglos pasados para que la historia indígena forme parte de la historia nacional y con ella destaca cómo las civilizaciones indígenas ofrecen soluciones a los males del país.
En el caso de Lupita, ella no sabe por qué la han rescatado o por qué la han llevado a una comunidad indígena lejana, pero reconoce el excelente trato que recibe. La curación que comienza a transpirar en Lupita no es únicamente con sus heridas físicas del ataque sino también con sus heridas emocionales. Al estar en la naturaleza, se sana, “tocar la tierra. Caminar descalza sobre ella. Regarla. Olerla. No había nada que se comparara con la sensación que le producía el olor de la tierra mojada” (133). Metafóricamente, Lupita pone “raíces” en la tierra, lo cual le permite sanar y “crecer.”
Lupita está fascinada con el nuevo mundo que la rodea y, en cierto sentido, se ha transportado a un mundo de tiempos antiguos que seduce y enamora. Ubicar a Lupita dentro de este espacio natural y el hecho de que la naturaleza es lo que le sane, apunta de nuevo a Rousseau, para quien “el hombre no ha mejorado con la civilización sino que en el estado de naturaleza presocial era más feliz que el hombre civilizado de la sociedad. La naturaleza original del hombre es buena, la corrupción la produce la sociedad” (Peral García 2). Para Rousseau, el estado natural antes de la creación de una sociedad política era un estado más feliz. Esquivel juega con esta idea al poner tanto énfasis en la naturaleza y la curación de Lupita.
Volver a la temática de Rousseau y de Sarmiento y hasta cierto punto idealizar tanto la naturaleza y el éxito de la comunidad indígena sirve para destacar y hacer hincapié en la situación exagerada en que se encuentra el país. Si bien todo resulta tan idílico para Lupita en la naturaleza, se subraya aún más el estado caótico de la ciudad (nación). Por ejemplo, Lupita está impresionada con el sentido de comunidad y colaboración y lo contrasta con el mundo de la capital:
Esta forma de colaboración era realmente buena. Nadie esperaba nada a cambio de su trabajo. Todo lo contrario al ambiente político y laboral en el que ella se desenvolvía. En la capital del país, era obvio que una enorme descomposición social había permeado a los partidos políticos, a las oficinas gubernamentales, a los órganos de gobierno (140).
La experiencia de vivir en la comunidad indígena donde ella es testigo del respeto por la tierra y la verdadera camaradería es liberadora. Se revela ante Lupita un México diferente, “en donde se estaban sembrando nuevas semillas, que aún no se veían pero pronto darían fruto y de ellas surgirían otras ideas, otras organizaciones, otra hermandad” (141). En el otro México, las semillas están cultivando el cambio y allí como símbolo de la nación, Lupita comienza a brotar, crecer y renacer. Es decir, aunque Lupita se encuentra dentro de un espacio idealizado de forma exagerada, el lector reconoce que el punto de partida del cambio en Lupita ocurre cuando se transporta afuera de la sociedad civilizada y de tal forma pone en juicio la definición de lo que es la civilización.
Otro aspecto de la vida comunitaria que ella presencia y admira es el sentido de justicia de la comunidad. El aislamiento del mundo exterior es intencionado y la comunidad se protege a sí misma. No acuden al gobierno nacional ni a la policía en busca de apoyo o protección. Lupita nota cuántas comunidades indígenas en México se inspiraron en las acciones de los Zapatistas y reconoce similitudes en el gobierno de esta comunidad. Al hacer hincapié en el sistema de justicia, destaca de nuevo los problemas jurídicos de la nación y sugiere otra vez una renovación al gobierno pero a la vez a la policía. El hecho de que ella sea policía pero es una mujer enferma—sufre de adicción y depresión—apunta al policía nacional como otra parte de la nación enferma. De hecho, es el sentido de la justicia de la comunidad indígena que le ayuda a Lupita a resolver el crimen. De esta manera, ella es capaz de resolver el crimen porque se encuentra dentro de un sistema justo y sin corrupción, un contraste exagerado con la realidad mexicana. En la tranquilidad de la sierra, las cosas se resuelven.
Una y otra vez la naturaleza y la tierra dan raíz a la obra. Al incorporar tierras sagradas de los aztecas en la trama, se destaca otro ejemplo de la importancia de la tierra y como en ella, hay soluciones. Lupita descubre que el grupo indígena era propietario de tierras en la Ciudad de México que pertenecían a los aztecas y que se consideraban sagradas. La tierra estaba siendo expropiada y, a través de un acuerdo corrupto, se estaba vendiendo a La Mami para que pudiera abrir un centro comercial de artesanías como una tapadera para vender drogas. Como Lupita descubre tristemente, el hombre detrás de la expropiación y venta de la tierra es Arreaga, su héroe de delegación vuelto corrupto. Tenoch confiesa que, debido a esta traición, se encargó de matar a Arreaga con, “un sencillo artefacto de madera. Se trataba de una especie de resortera que disparaba canicas y piedras por medio de un par de potentes ligas de resistencia” (183). El arma era tan pequeña que podía ocultarse bajo la manga y pasó desapercibida cuando le disparó el pequeño disco de obsidiana que mató al político. Para Lupita, la traición de Arreaga confirma lo extremo de la crisis que plaga a la nación en contraste con la vida simple de la comunidad indígena. De nuevo, hasta el arma se ha construido con un elemento natural de la tierra.
El enfoque en la naturaleza en la literatura se ha utilizado como tema y símbolo con gran número de autores durante muchos siglos, y como se ha destacado con los ejemplos de Rousseau y Sarmiento y ahora con Esquivel, la naturaleza puede ser política. La naturaleza en A Lupita funciona como arma para combatir los males que la protagonista ha vivido, igual que el país. Al volver a algo orgánico como la tierra para sanar, señala a una vuelta al origen y de esta manera, la novela utiliza la tierra como plataforma para repensar y re-crear la nación. De este modo, el ecocriticismo pone en relieve esta conexión que ha servido como recurso y arma literaria a muchos escritores.
Una novela policíaca y eco-crítica
En su estudio de la novela negra en Centroamérica, Misha Kokotovic describe el fenómeno literario de este género en Latinoamérica a partir de los años noventa. Según ella, “Most of the continent has experienced a boom in narratives that use elements of detective or crime fiction to criticize the effects of neoliberal, free market capitalism imposed on Latin American societies over the past two decades” (15). Ella menciona algunos de los escritores que forman parte de esta nueva corriente, como Pablo Ignacio Taibo II (México), Ramón Díaz Eterovic (Chile), Jorge Franco (Colombia) y Mario Mendoza (Colombia) entre otros, que ella titula “neoliberal noir”. Volvemos a las ideas de Persephone Braham que concuerdan con la idea de “neoliberal noir” al postular que “detective fiction in Spanish is comprometido or socially committed” (x) y de Víctor Manuel Sanchis Amat que enfatiza que el género de la novela negra sirve como arma, “employed to denounce social and political corruption” (143). De este modo, la obra de Esquivel se alinea con la corriente de ficción latinoamericana contemporánea que utiliza el género de la novela negra para criticar el estado sociopolítico del país. Como tal, el género en sí no es innovador pero debido al gran enfoque en la tierra, el mundo natural del indígena y una protagonista que es policía que le gusta planchar, crea una fusión que sí es innovadora y que podríamos nombrar novela negra ecocrítica.
En el estudio Las imaginaciones ecológicas en la ficción latinoamericana, Laura Barbas-Rhoden sugiere que, “An ecocritical approach to Latin American literature can take many forms, but it must take into consideration the way literature registers both the intimate knowledge of place and global forces of change” (2). Barbas-Rohden también destaca que la implementación de una imaginación ecológica, “does not mean a ‘nature first’ agenda … [it also] bolsters a critique of contemporary economic and social realities” (3). En A Lupita le gustaba planchar, la cantidad de detalles que tienen que ver con el conocimiento íntimo de la nación y la crítica del estado del país se alinea con lo que propone Barbas-Rohden. Al incluir en la novela los temas del narcotráfico, la corrupción, la violencia y los efectos del neoliberalismo, como vemos en el ejemplo cuando Lupita maldice todos los problemas del país y después contrasta todo esto con la vida en el campo de la gente indígena, confirma la idea de Barbas-Rohden. A Esquivel sí le interesa el medio ambiente pero su agenda no es la naturaleza sino el estado sociopolítico del país.
En general, el estudio del mundo natural en la literatura constituye la base de las ideas principales de la ecocrítica, una teoría literaria expansiva con una multitud de enfoques que van desde posibles soluciones para los problemas ambientales contemporáneos hasta una crítica de todo el entorno sociopolítico de una nación. En una rama feminista de esta teoría crítica, el ecofeminismo, vemos una conexión entre las mujeres y la naturaleza y tal combinación se convierte a menudo en agente de resistencia (Clark 2–9). Según Timothy Clark, es en el mundo en vías de desarrollo que “environmental disputes are at their most intense, most fraught with political, ethical and religious overtones and even violence” (120), lo cual se puede presenciar en la obra de Esquivel. La tierra sagrada de la comunidad indígena provoca y pone a la luz una serie de acciones corruptas que llevan a la violencia. Barbas-Rhoden extiende este argumento y postula que es un proceso que inició hace siglos y que los autores, “make explicit connections between specific historical processes begun centuries ago and that violence that persists today against the natural world and the humans (particularly Indians, mestizos, migrants, rural communities, and other marginalized peoples) who inhabit it” (4).
En este sentido, ver la novela de Laura Esquivel a través de una lente ecocrítica, con su apropiación de la dicotomía entre civilización y barbarie junto a la referencia del buen salvaje, abre un espacio para una conversación del estado actual de la nación y expone un argumento fuerte para la necesidad de un cambio. En la obra, un retorno a la naturaleza y al mundo natural del pasado indígena de México ofrece soluciones al clima político, ético e ideológico actual de la nación. No es decir que Esquivel propone que la nación se convierta en un modelo de la comunidad indígena o que el hombre natural sea la solución a los males de México, pero resalta la posibilidad de otros modos de pensar, de vivir y de manejar el país. Hace pensar, cuestionar y dudar al lector que el neoliberalismo y las consecuencias económicas de este modelo quizás no sean la mejor opción para México.
De este modo, al utilizar la metáfora de Lupita como una mujer enferma igual que la nación, y mostrar al lector el cambio que se provoca en ella al unirse con la naturaleza, sugiere la necesidad de regenerar la nación para que pueda sanar. Para la protagonista, es capaz de cambiar debido a “La naturaleza y las muestras de generosidad de esas mujeres indígenas [que lograron] que finalmente el alma de Lupita fuese capaz de concebir un poder superior” (140). El símbolo de la lucha entre la civilización corrupta y la barbarie civil es el pedazo de tierra sagrada que se expropia de la comunidad indígena. La tierra sagrada está en el centro del argumento y pone en marcha cuestiones de justicia y derechos debido a la expropiación de la tierra ancestral indígena. Al hacer hincapié en el robo de la tierra, la novela subraya la multitud de expropiaciones de los recursos naturales para cumplir con las reglas neoliberales.
Una vuelta al origen
A lo largo del texto, Esquivel apunta que la dicotomía presente/pasado está ligada al futuro y comparten ciertas similitudes. Solo al volver al pasado se puede resolver la crisis actual. Esta idea se destaca con breves comentarios sobre las creencias intercaladas en el texto; una mezcla de ficción e historia que lleva al lector a los orígenes de México. En algunos casos, Esquivel resalta la corrupción o los problemas de la nación al yuxtaponer los crímenes de la nación con las creencias aztecas. Por ejemplo, al describir el arma utilizada por los narcotraficantes, “No le quedaba claro cómo era que los sicarios poseían un arma de uso exclusivo de las Fuerzas Especiales del Ejército Mexicano. El Xuihcóatl (serpiente de fuego en náhuatl) era un fusil de asalto diseñado por la Dirección General de Industria Militar del Ejército Mexicano” (149). Inmediatamente después de resaltar la ironía de que los narcotraficantes usan un arma exclusiva de los militares y con un nombre náhuatl, Esquivel coloca una sección en el texto que describe a Xiuhcóatl, la serpiente de fuego, que era una de las armas más poderosas de los dioses aztecas. Según la creencia azteca, con Xiuhcóatl como su herramienta, Huitzilopochtli le cortó la cabeza a su hermana, que quería asesinar a la madre de ambos. Con este contraste entre el nombre azteca dado al arma utilizada ilegalmente por los sicarios y la historia del dios serpiente del mismo nombre, se presenta la oposición entre el pasado indígena y la crisis actual. El arma Xiuhcóatl utilizada por los narcotraficantes conduce a más violencia y muerte, mientras que la serpiente de fuego, Xiuhcóatl, a pesar de ser un arma, se usó para proteger a la madre Dios. Mientras que el Xiuhcóatl indígena fue utilizado para salvar, el Xiuhcóatl moderno se usa para destruir.
Las historias y los símbolos de destrucción y corrupción relacionados con la ciudad se pueden leer a lo largo de la novela. Como señala Lupita, “En la capital del país, era obvio que una enorme descomposición social había permeado a los partidos políticos, a las oficinas gubernamentales, a los órganos de gobierno” (140). En contraste, como resalta ella, “en el lugar en que se encontraba, lejos de la llamada ‘civilización’, lo único que veía desde que abría los ojos hasta que los cerraba era la contundente belleza de una sierra que por las noches se dejaba cubrir por la niebla … Era un espectáculo matutino de tal belleza que conmovía a Lupita hasta las lágrimas” (140). En una inversión de la clásica oposición entre civilización y barbarie, Esquivel muestra la naturaleza bárbara de la ciudad (como un reflejo de los males de la nación) y pinta el espacio de la tierra indígena como un lugar civilizado.
Al volver al trabajo sobre el ecocriticismo latinoamericano de Barbas-Rhoden, se puede entender aún mejor el personaje de Lupita y su historia, “As a result of personal crises or geopolitical forces, these characters move into new territories where they come into contact with Others. Positioned between cultures and places, they have a different perspective on the ecological and social clashes they witness” (14). Estar entre los “otros”, en una nueva cultura y lugar, permite a la protagonista ver con ojos diferentes y, en consecuencia, su perspectiva sobre la nación y sobre sí misma cambia dramáticamente: “Después de veintiún días de ‘limpieza emocional’, de no leer los periódicos; de no enterarse de los atracos de los gobernantes en turno, de no presenciar muertos ni descabezados, Lupita logró sentirse parte de un espíritu que todo lo abarca, que todo lo renueva. Y así como la niebla desaparecía por las mañanas entre las altas montañas, la densa capa de tristeza que cubría el corazón de Lupita comenzó a disiparse” (142). La visión de Lupita de su país y de sí misma se transforma a medida que la niebla se levanta y las raíces que está echando en el nuevo suelo comienzan a brotar.
Nuevas fronteras de género: nuevas fronteras de la nación
Además de desdibujar las fronteras entre presente y pasado y civilización y barbarie, Esquivel rompe con las categorizaciones de género para proponer a la protagonista como símbolo de México. Lupita es una mujer que aprecia las cosas tradicionales de mujer como planchar y tejer pero a la vez es policía, una carrera tradicionalmente masculina. No la podemos categorizar dentro de un marco particularmente femenino o masculino. Es decir, esta representación borra las fronteras de la identidad de género. Al ubicarla dentro de este contexto neutral, subvierte construcciones culturales de género y rompe ideas patriarcales. Este hecho permite que Lupita sea un símbolo de la nación que cree en la igualdad y deshace representaciones de género que caen en los arquetipos. Al ser así, el último paso para Lupita para llegar a ser una persona completa es curar sus heridas emocionales debido a la muerte de su hijo.
Para cumplir con tal misión, Tenoch le pide que participe en una ceremonia ritual con el humo de ranas para poder ver a su hijo nuevamente.
Al inhalar el humo de un extracto de ranas, Lupita viaja a través del tiempo y es testigo de toda la historia de México. Ella regresa a un tiempo “Antes de que los políticos hubieran traicionado la revolución y vio cambiar la historia de México … vio a la gente organizada de otra manera. Con una nueva conciencia” (194) y al final vio los ojos de su hijo y se dio cuenta de que había estado conectada con él desde su nacimiento. Como Tenoch había explicado, la muerte no existe. Esta nueva comprensión es la pieza final del rompecabezas en la transformación de Lupita. Ella mira la historia y en su totalidad entiende que allí se puede encontrar las soluciones. Borrar u olvidar la historia destruye las pistas de cómo vivir en el presente o el futuro. Solamente al atravesar la historia de México, es capaz de ver los ojos de su hijo. El hijo simboliza todos los hijos de México que van a desaparecer si la nación no recuerda su pasado y reacciona. Las palabras de Tenoch de que la muerte no existe representan la posibilidad de que el país podrá resucitar de su estado mortal.
Asimismo, este ritual muestra otra vez la realidad paralela pero invertida que Esquivel establece en la novela entre la comunidad indígena y la civilización moderna. El extracto de la rana de la ceremonia es exclusivo de una especie de rana y como Tenoch explica, el humo que crea no daña el tracto respiratorio. Tenoch describe el fenómeno, “las moléculas neurotransmisoras bufoteína, 5-MEO-DMT junto con la enzima capaz de mutilarlas…tiene la capacidad de no sólo de almacenar una enorme cantidad de neurotransmisores sino de metabolizarlos, de tal forma que nuestros cuerpos los puedan absorber sin problema por el tracto respiratorio” (192). El uso de esta sustancia natural como parte de una ceremonia tradicional se opone a la realidad del uso de drogas en la llamada civilización, como explica Tenoch, “En nuestro país cada día hay más gente que está desconectada del todo. El uso de las drogas propicia la desconexión. Y el dinero que se produce con el narcotráfico se utiliza en crear más separación, más caos y más destrucción” (181). A través del uso de múltiples ejemplos de inversión de la civilización y barbarie, Esquivel reta a los lectores a cuestionar el estado actual de la nación mexicana. De tal forma como Jean-Jacques Rousseau y Domingo Faustino Sarmiento emplearon la naturaleza para cuestionar el estado del ser humano y de una sociedad corrupta, Laura Esquivel desempeña a la naturaleza y el pasado indígena para provocar una reacción.
Conclusión: Desafiar a la nación
El ritual del humo de rana concluye el viaje de recuperación de Lupita y, en las líneas finales del texto, Esquivel sugiere que lo mismo puede suceder a México, “En ese instante el alma de Lupita sanó. Lo mejor de todo era que si Lupita, que tanto dolor había acumulado, que tanto enojo había experimentado, había podido sanar y conectarse con el todo, México también podía” (196). La novela de Esquivel invita e instiga a la nación mexicana a cuestionar, reaccionar y cambiar. El mensaje de Esquivel se alinea con las ideas del crítico ecológico Robert Bruelle sobre la preservación del medio ambiente, “Questions about preservation of the natural environment are not just technical questions; they are also about what defines the good and moral life, and about the essence and the meaning of our existence. These are fundamental questions of defining what our human community is and how it should exist” (1). A Lupita le gustaba planchar examina las nociones del bien y del mal al enfrentarse con un conglomerado de criminales responsables por los crímenes de la nación. Como señala Mempo Giardinelli sobre la novela negra, “La moderna literatura negra, que alcanza ya una cierta dimensión filosófica, se propone indagar en la condición humana…Es un medio tan bueno como cualquier otro para comprender, primero, y para interrogar, después, el mundo en que vivimos” (en Kohut 183). Como novela negra ecocrítica, A Lupita se convierte en un espacio para examinar e interrogar a la nación mexicana y cuestionar la existencia humana en un país corrupto y violento. Sin embargo, en un retorno al pasado indígena de México, un retorno a la naturaleza y un retorno a la vida comunitaria, Esquivel crea un paralelismo con la literatura de los siglos XVIII y XIX que utilizaba la naturaleza de forma ideológica también. Al crear esta dinámica entre el pasado y presente y al recordar la historia vivida de la nación, Esquivel subraya la esperanza para la preservación de la nación.
Y así como ocurre al final de una buena novela policiaca, el misterio se resuelve y averiguamos la respuesta deseada a la pregunta de quién asesinó a Arreaga. No obstante, la pregunta sigue vigente en cuanto al futuro de la nación mexicana. ¿Se resolverán los crímenes de la nación o la trayectoria de la violencia, la corrupción, la codicia y la inestabilidad política continuarán plagando al país? La novela A Lupita le gustaba planchar proporciona pistas persuasivas de la necesidad de resolver estos crímenes y reformar la nación mexicana.
Braham, Persephone. Crimes against the State, Crimes against Persons. Detective Fiction in Cuba and Mexico. University of Minnesota Press, 2011.