Una historia que arde

Existen pocos trabajos críticos sobre la obra poética de Reinaldo Arenas. Aún así, su corpus poético explora aspectos fundamentales de su vida: su universo familiar, la persecución política y social que sufrió por parte del gobierno castrista, su encarcelamiento, las torturas de las cuales fue objeto y su posterior exilio. Sus abundantes incursiones en este género constituyen un área subestimada pero indispensable para conocer su biografía. Sus poemas, como artefactos de denuncia, tienen la particularidad de ser al mismo tiempo retratos intimistas, es decir, un pacto entre el autor y el lector donde se asegura que el testimonio está desprovisto de supuestos artificios estilísticos y donde los padecimientos personales están en primer plano. Sin embargo, es la narrativa de Arenas la que ha ocupado el estudio central sobre su obra, posicionándolo como un autor fundamental del canon narrativo del siglo XX gracias a novelas como Celestino antes del alba (1967) y El mundo alucinante (1969). Solo su autobiografía, Antes que anochezca (1992), fue traducida a 16 lenguas y llevada al cine por Julian Schnabel.

Pero es su producción poética lo que constituye el objeto principal de este ensayo, especialmente por su riqueza en términos de lenguaje y alcance lírico, así como por la falta de estudio que la crítica literaria le ha dedicado. La obra poética de Arenas no aparece en ninguna de las antologías de poesía cubana más importantes publicadas hasta la fecha: La poesía del siglo XX en Cuba, edición de Víctor Rodríguez Núñez y publicada por Visor en el año 2011; y Poesía cubana del siglo XX, cuya selección y notas estuvo a cargo de Jesús J. Barquet y Norberto Codina, y que fue publicada por el Fondo de Cultura Económica en el año 2002. Sí fue incluido, al contrario, en el segundo tomo de la Antología de la poesía cósmica cubana publicado en el 2001 con su poema “Envío”. Investigadoras como Candelaria Barbeira (2018) y Yannelys Aparicio (2021) han analizado su obra relacionándola con la historia de Cuba. Aparicio menciona que, para la construcción de sus novelas históricas, Arenas utiliza la historia cubana a su manera, construyendo sus propias normas para lograr, así, un estilo más experimental respecto a su producción novelesca. Por otro lado, Barbeira sugiere que, a través de sus novelas, se puede entrever la necesidad de Arenas por la hibridación y la experimentación, utilizando el verso o la prosa lírica como parte de su universo narrativo.

A su vez, resulta importante destacar el lugar fundamental que tiene la escritura autobiográfica en la literatura latinoamericana y lo poco que ha sido estudiado este género por parte de críticos literarios e investigadores académicos. En el libro Acto de presencia: La escritura autobiográfica en Hispanoamérica, editado en español por primera vez en 1996, Sylvia Molloy afirma que:

En Hispanoamérica la autobiografía ha sido notablemente descuidada, tanto por lectores como por críticos… El escaso número de relatos de vida en primera persona es, más que cuestión de cantidad, cuestión de actitud: la autobiografía es una manera de leer tanto como una manera de escribir. Así, puede decirse que si bien hay y siempre ha habido autobiografías en Hispanoamérica, no siempre han sido leídas autobiográficamente: se las contextualiza dentro de los discursos hegemónicos de cada época, se las declara historia o ficción, y rara vez se les adjudica un espacio propio. (12)

Molloy atribuye este descuido no solo a la escritura desde el género autobiográfico, sino a la hora de leerlo. Desde las Crónicas de Indias hasta la escritura moderna de memorias y autobiografías, pareciera que dichos textos literarios se encasillaran entre los géneros de historia o ficción, pero nunca como espacio propio. Es ahora cuando la escritura testimonial y autobiográfica está teniendo un lugar dentro de los estudios literarios. Sin embargo, el debate se limita al análisis de obras narrativas, ignorando la potencialidad del género poético como un género autobiográfico.

Este ensayo explora las diferencias entre la forma de abordar lo autobiográfico desde el sujeto lírico y desde el sujeto narrativo, comparando algunos aspectos de la vida de Reinaldo Arenas en Inferno (2001; 2018), libro que reúne su obra poética, y Antes que anochezca (1992), su autobiografía publicada de forma póstuma. Al explorar los aspectos particulares de lo autobiográfico en su poesía y al entender cómo lo íntimo redefine lo biográfico, se pueden develar aspectos nuevos sobre la vida del autor y sobre la relación entre biografía e historia. Partiendo de los conceptos de autobiografía propuestos por el crítico belga Paul de Man y por el crítico francés Philippe Lejeune, analizaré cómo Inferno es una obra que debe ser leída en clave autobiográfica y cómo la categoría de lo autobiográfico es una multiplicidad de géneros literarios que define esa clave de lectura para cualquier autor. Así, se podría analizar cómo la escritura poética funciona como un complemento para expandir lo narrado a través de su autobiografía. En la tercera parte, me enfocaré en trazar paralelismos entre su forma de abordar sus relaciones familiares inmediatas en el libro Antes que anochezca (1992), su autobiografía publicada de forma póstuma, y su trabajo poético reunido en Inferno (2001; 2018), obra que, de acuerdo a diversos postulados presentes en este trabajo, se puede leer en clave autobiográfica.

Un exilio en la sangre

Reinaldo Arenas es uno de los escritores latinoamericanos más prominentes del siglo XX. Nacido en Aguas Claras el 16 de julio de 1943, gozó de las libertades de crecer en el campo cubano hasta que se mudó a Holguín, ciudad que según él representaba “el tedio absoluto”. Desde su adolescencia se opuso al régimen dictatorial de Fulgencio Batista, quien dio un golpe de Estado en 1952 y permaneció en el poder hasta el 31 de diciembre de 1959, día en que abandonó el gobierno y huyó hacia Santo Domingo. En el libro Antes que anochezca, publicado originalmente en el año 1992, Arenas afirma que la dictadura de Batista “se inició desde el principio con una gran represión que no sólo tenía un carácter político, sino también un carácter moral” (53). Este pasaje evidencia dos cosas fundamentales sobre el compromiso político de Reinaldo Arenas: su consciencia temprana del alcance de la crueldad de los regímenes totalitarios y sobre la relación entre las dictaduras políticas y el control moral. Más adelante, se unió a las filas revolucionarias de Fidel Castro, revolución que prometió no sólo liberar al pueblo cubano de la tiranía, sino que se prometía a sí misma como ferviente opositora del control moral promovido por Batista. En Antes que anochezca, Arenas cuestiona —o intenta justificar— en determinados momentos su apoyo a la revolución promovida por Castro y sus aliados: “Quizá nos dimos cuenta, pero el entusiasmo de saber que se vivía ahora en una revolución, que se había derrocado una dictadura y que había llegado el momento de la venganza eran superiores a las injusticias y a los crímenes que se estaban cometiendo” (70). Sin embargo, pronto la revolución “libertaria” de Castro le daría la espalda a los principios iniciales que le hicieron llegar al poder y comenzaría una intensa persecusión, no solo hacia los antiguos aliados de Batista, sino también hacia los disidentes de su propia revolución y hacia los homosexuales. Esta persecusión hizo que Reinaldo Arenas se convirtiera en una voz crítica de la revolución que alguna vez apoyó, crítica que le valió persecución y censura.

Esta censura se extendió no solo a sus apariciones públicas, sino también a la publicación de sus obras: solo pudo publicar un libro en Cuba, Celestino antes del alba (1967), novela que escribió en los espacios de la Biblioteca Nacional y con la que obtuvo la primera mención en un concurso de narrativa de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Celestino antes del alba fue calificada como “homoerótica” y tildada de inmoral. Luego publicó las novelas El mundo alucinante (1969), El palacio de las blanquísimas mofetas (1980), La vieja Rosa (1980), Otra vez el mar (1982), Arturo, la estrella más brillante (1984), La loma del ángel (1987), El asalto (1988), El portero (1989), Viaje a La Habana (1990), El color del verano o Nuevo Jardín de las Delicias (1999); el ensayo Necesidad de libertad (1986); cinco obras de teatro bajo el título Persecución (1986); y, finalmente, las antologías poéticas El central (1981), Voluntad de vivir manifestándose (1989) y, de forma póstuma, la reunión de su poesía completa, Inferno (2001), con prólogo de su amigo el también escritor y disidente cubano Juan Abreu.

Luego de ser encarcelado y torturado por estas “conductas inmorales” y por su fuerte crítica al régimen castrista, Reinaldo Arenas salió de Cuba en 1980 cuando Fidel Castro autorizó el éxodo masivo de disidentes desde el puerto de Mariel hacia Estados Unidos. En Antes que anochezca, Arenas relata que antes de entrar a la zona de embarque, los disidentes tenían que entregarle sus pasaportes a un agente de Seguridad del Estado, quien se encargaba de chequear los nombres de los cubanos que serían exiliados: “allí aparecían relacionadas las personas que no podían abandonar el país y yo estaba aterrado. Rápidamente, le pedí una pluma a alguien y, como mi pasaporte había sido hecho a mano y la “e” de mi Arenas estaba cerrada, la convertí en una “i” y pasé a ser de pronto Reinaldo Arinas y por ese nombre me buscó el oficial en el libro; jamás me encontró” (303). Primero se exilió en Miami y luego se fue a Nueva York. En el año 1987, fue diagnosticado con el virus del sida y, tres años más tarde, se suicidó el 7 de diciembre de 1990.

Inferno: poesía reunida

En el prólogo a Inferno (2018), Juan Abreu sostiene que Arenas no era un poeta en el sentido formal, sino un novelista atravesado por un caudal poético (12). Abreu aporta su propia definición sobre lo que para él constituye ser poeta: “poeta no es aquel que escribe versos sino quien está poseído por ese misterio indescriptible que llamamos poesía. Arenas era uno de esos poseídos” (12). Arenas era, entonces, un narrador poseído por la poesía. Junto con sus diéciseis novelas, ensayos y obras de teatro, produjo también una interesante obra poética constituida por los siguientes libros: Leprosorio (Trilogía poética), que a su vez vino a reunir sus libros El Central (Fundación), Morir en junio y con la lengua afuera (Ciudad) y Leprosorio (Éxodo), publicados póstumamente en 1990; y el libro Voluntad de vivir manifestándose (1991). En el prólogo, Abreu sostiene que el trabajo poético de Arenas, en términos cuantitativos, no ocupa un lugar destacado en su obra. Sin embargo, resalta la importancia de su poesía, en especial por los temas que aborda: “la patria (como territorio al que estamos condenados, que nos reconoce para reclamar el derecho a aniquilarnos), la nostalgia, el misterio de la madre, el esplendor y deterioro de la carne, la maldición asumida por el creador en un mundo hipócrita y mediocre incapaz de grandeza alguna, el desprecio por todo tipo de poder, su amor a la libertad” (13). Para entender el alcance literario de su poesía, es necesario analizar cómo se abordaron cada uno de los libros que constituyen lo que hoy en día es considerada su poesía completa o reunida.

Abreu sostiene que la primera parte de Inferno, constituida por la trilogía poética titulada Leprosorio, fue concebida en las épocas aciagas de Reinaldo Arenas: “El Central fue concebido durante los meses que Reinaldo pasó cortando caña, como medida de castigo por su conducta impropia, en el central azucarero” (15). El Central (Fundación), constituido por once poemas de largo aliento, está dedicado a R., que en las notas ubicadas al final del libro se explica que es Reinaldo García-Ramos, escritor cubano. Este libro comienza con un poema llamado “Manos esclavas”, donde, de forma evocativa, Arenas hace eco de la raíz fundadora de Cuba: la esclavitud y la relación de la esclavitud con el poder: “Manos esclavas lustran la esfera / donde, a veces, suele detenerse la mirada / de un rey” (29). En las notas, Arenas explica que, para hablar sobre la vida y costumbres de los indios, ha acudido “a las obras de los cronistas españoles, muy especialmente el libro Historia general de las indias de Francisco López de Gómara. Cabe suponer que la situación del indio bajo la esclavitud española fue aún más cruel que como nos la muestran los cronistas españoles” (94). El segundo poema, “Las buenas conciencias”, es un texto que oscila entre la prosa y el verso, y que comienza hablando sobre la lluvia: “Señor. Aunque aún no ha llegado la época de los grandes aguaceros, ya se presiente el estruendo de unas aguas que presagian vendavales” (34). Cabe destacar que la metáfora del agua como “lo que arrastra” y “lo que salva” está presente en la literatura de Arenas a través de dos figuras importantes: el mar y la lluvia. En palabras de Juan Abreu, Reinaldo Arenas “Mantenía una extraña relación con el mar. Mar que permea, atraviesa, inunda, arrasa, conduce su obra. Mar como símbolo de eternidad” (13). Para Arenas, el mar era a la vez cárcel y libertad, y es mencionado dieciseis veces tan solo en este libro: “El mar, el bullicioso estruendo de las aguas violentas” (75); “Los adolescentes ajustan sus gastadas ropas,/ se lanzan frenéticos al mar” (82); “Únicamente frente al mar abriremos los ojos” (83); “Veo un continente de indios esclavizados y hambrientos, reventando/ en las minas o en el fondo del mar” (87). Esta fascinación sobre la figura del mar está íntimamente conectada con la idea de la salvación: durante los años más duros de la dictadura de Fidel Castro, miles de cubanos empezarán a exiliarse a través de botes y barcos que buscaron afincarse en las costas estadounidenses. En muchos de sus poemas, el mar será el testigo de la propia libertad.

El segundo libro de la trilogía, Morir en junio y con la lengua afuera (Ciudad), está compuesto por un solo poema largo de treinta y dos páginas. En palabras de Abreu, en esta sección del libro, “la ciudad toma el centro de la escena. Ciudad asolada por la estupidez, la intolerancia y la violencia de otra dictadura, esta vez disfrazada de utopía en construcción” (15). Arenas intenta explicar su entorno asumiendo una poética particularmente espacial donde algunos versos buscan registrar las singularidades del espacio donde le tocó nacer y desenvolverse los primeros años de su vida:

Lagos,
inmensas extensiones onduladas y azules,
explanadas sin fin donde un lirio puede señalar la extinción
de un país
o el comienzo de otra era geológica
–Aquí estalló una bomba. (97)

El tercer libro de la trilogía, Leprosorio (Éxodo), dedicado a la memoria de Virgilio Piñera, está compuesto por poemas que desmontan la noción nacionalista que fundó Cuba. El primer poema es un canto a la constitución geográfica y política de la isla, atribuyendo características y descripciones que sitúan su propia identidad como cubano:

La Isla mide 111,111 km2 (cifra del ejército) o 120,050 (cifra
del Censo de Población).
Su producto principal es la caña de azúcar.
Su metal más valioso, el níquel.
Su población, constituida por una mezcla de casi todas las
razas, es ahora de unos nueve millones de habitantes. (141)

En este libro, se cuestionan los pilares fundamentales de lo que significa ser cubano y se llega, a su vez, a una conclusión que es también una defensa y una forma de consuelo para Reinaldo Arenas: que la única forma de salvarse es saliendo de Cuba. La descripción de elementos como la caña de azúcar y el níquel le otorga al poema una consciencia propia de aquellos bienes principalmente exportados por el país.

La segunda parte de su poesía reunida está constituida por el libro Voluntad de vivir manifestándose (1989). Este libro cuenta, además, con un prólogo escrito por el mismo Arenas donde sostiene que sus palabras, es decir, las palabras evocadas a través de esos poemas, son “el fruto de la venganza cumplida” (167). En Voluntad de vivir manifestándose de Reinaldo Arenas, Francisco Soto sostiene que es un libro “escrito con la furia y seducción que caracteriza toda la obra de Arenas, es una manifestación poética de las represiones, soledades y desesperaciones que le ha tocado vivir al autor” (1401). Este libro está compuesto por tres secciones: Esa sinfonía que milagrosamente escuchas, integrada a su vez por nueve poemas escritos entre 1969 y 1975 mientras Arenas todavia vivía en Cuba; la segunda sección, Sonetos desde el infierno, consta de treinta y siete sonetos escritos entre 1969 y 1980; y la tercera sección llamada Mi amante el mar, compuesta por un solo poema de largo aliento escrito en 1973.

Lo autobiográfico en la poesía de Reinaldo Arenas

La obra hasta ahora conocida y publicada de Reinaldo Arenas está plagada de referencias autobiográficas. Incluso sus obras meramente ficcionales contienen detalles que ponen de manifiesto la alusión a detalles de la vida personal del autor. Esta intención está expresada en dos de sus obras más importantes: su poesía completa y su novela autobiográfica, Antes que anochezca (1992). Es necesario analizar lo que significa, en términos generales, el género autobiográfico y determinar, en este sentido, las formas en las que Arenas plasmó lo autobiográfico en su obra poética.

Paul de Man, uno de los principales críticos sobre el género autobiográfico, sostiene que este género “designa una función estética y una función histórica, lo que está en juego no es sólo la distancia que protege al autor autobiográfico de su experiencia, sino también la posible convergencia de estética e historia” (1). La obra autobiográfica de Reinaldo Arenas no solo sitúa a su autor en un contexto familiar y personal determinado, sino que también constituye un pilar para entender la historia política de Cuba. No se puede estudiar la vida de Arenas sin que eso implique entender las condiciones sociales que determinaron la forma de abordar su obra literaria. El yo poético areniano está constituido por detalles que buscan resaltar los aspectos más importantes de su vida: su situación política como disidente, su homosexualidad, la persecución política y social que padeció, su encarcelamiento, las torturas de las cuales fue objeto y su posterior exilio. Estas condiciones hacen que su poética sea profundamente social y que adquiera, de alguna manera, un sentido de búsqueda de la justicia. Tanto su poesía como su trabajo narrativo van de la mano con su propia necesidad de crear justicia a través de sus palabras, como si al escribir, Arenas estableciera un compromiso social con los individuos más marginados de su contexto: los homosexuales, los esclavos, los disidentes y los exiliados.

De Man sostiene que “comparada con la tragedia, la épica o la poesía lírica, la autobiografía siempre parece deshonrosa y autocomplaciente de una manera que puede ser sintomática de su incompatibilidad con la dignidad monumental de los valores estéticos” (1). Utilizando este argumento, tiene sentido preguntar qué sucede en el caso de la poesía autobiográfica: ¿puede un poema servir como un género que sostiene el peso de lo autobiográfico? ¿En qué medida puede la poesía ser un motor para expresar detalles “deshonrosos” y “autocomplacientes”? ¿Puede el carácter lírico de la poesía ser modificado por los detalles autobiográficos? Para Jacobo Machover, al estar fuera de Cuba, “Arenas tendrá la oportunidad de distinguir entre creación literaria y proclamas políticas. No lo hará. La mezcla es total. La escritura será un acto de venganza, contra el género humano, como él mismo lo proclama, pero sobre todo contra Fidel Castro” (130). La obra de Reinaldo Arenas se erige desde lo autobiográfico porque contar su historia es también denunciar la tiranía del régimen castrista. Sin embargo, es en su poesía donde Arenas sentirá mayor libertad para protestar y denunciar la crueldad de su contexto dado que lo lírico no admite los artificios propios de la ficción narrativa. Es con el género poético donde Arenas encontrará su máxima expresión de libertad.

Por otra parte, Philippe Lejeune, en su libro On Autobiography (1989), sostiene que la autobiografía es un relato retrospectivo en prosa escrito por una persona real a partir de su propia existencia (4). Lejeune limita el género autobiográfico a los textos en prosa, lo cual podría descartar la idea de asumir que la poesía de Arenas tiene intenciones autobiográficas. En palabras de Lejeune, el poema autobiográfico no cumple con los cuatro elementos propuestos por él para que se configure lo autobiográfico: forma, que debe ser narrativa o prosa; sujeto, entendiéndose como la expresión de una vida individual; la situación del autor, donde tanto el narrador como el autor están representados por el mismo sujeto; y la posición del narrador, donde el narrador y el protagonista de la historia son el mismo sujeto y se configura un punto de vista retrospectivo.

Al analizar la poesía de Arenas, se observa su constante necesidad por lo autobiográfico. Su presencia dentro del género no debería limitarse por las tecnicidades propias de la estructura y la forma. Machover (2001) indica que con la escritura del primer libro de su trilogía poética, El Central (Fundación), “Arenas escribe lo que vive en el momento mismo en que lo vive, pero invoca el pasado, el de la esclavitud, que cobra un valor ejemplar. Para él, todos los cubanos, bajo todos los regímenes que tuvieron que soportar, fueron, son y seguirán siendo probablemente esclavos” (152). Si Arenas (sujeto y protagonista), escribe sobre su pasado (retrospectiva) y utiliza elementos personales e históricos para configurar el poema (situación y posición del autor), no se debería ignorar la condición autobiográfica de sus poemas solo por un elemento de forma o género.

La obra poética de Reinaldo Arenas se hace cada vez más necesaria para entender los padecimientos personales del autor. El dolor de Arenas es un dolor lírico donde la reacción inmediata parece ser la escritura del poema. La poesía, como mecanismo de denuncia, tiene además la particularidad de ofrecerse como retrato intimista, como un pacto entre el autor y el lector donde se asegura que el testimonio está desprovisto de artificios.

La infancia autobiográfica desde lo lírico

Luego de analizar de forma breve los aspectos más carácteristicos de la poesía de Reinaldo Arenas y de reflexionar en torno a los conceptos de autobiografía propuestos por Paul de Man y Philippe Lejeune, es importante diferenciar el estilo autobiográfico recogido en Inferno y en Antes que anochezca, especialmente en la forma que tiene el autor de abordar su compromiso político. Ambas obras reflejan el contexto social en el que vivió Reinaldo Arenas, así como su necesidad de escribir para satisfacer su noción de justicia. La escritora y académica cubana Perla Rozencvaig sostiene que “las novelas de Arenas, a pesar de sus diferencias semánticas y/o estructurales, constituyen un cuerpo orgánico por el que se filtra una visión del mundo en correspondencia con una ideología fija: la constante búsqueda de un espacio liberador, sede de incesantes transgresiones” (7). Esta noción de la obra de Arenas como un mismo “cuerpo orgánico” hace que se configure no solo un estilo particular e identificable, sino que se asuma la obra de Arenas, en su conjunto, como una necesidad del autor por manifestarse políticamente. En este sentido, ¿qué lugar ocupaba la poesía para Reinaldo Arenas? En palabras de Jacobo Machover, “Arenas encontraba su fuente dentro de la tierra, en una fusión espontánea entre los elementos naturales y la escritura. Con la desaparición de la fuente, la poesía fue relegada a un segundo plano. Sólo logró irrumpir de nuevo en el momento mismo de la muerte, como por arte de magia” (129). Para Machover, la poesía de Arenas tiene su origen en la relación que mantenía el autor con Cuba, su tierra natal y la tierra de la cual es exiliado, sin que esto signifique que su compromiso con ella será menor.

Esta idea también está implícita en Antes que anochezca la primera vez que el autor menciona la pulsión poética que lo dominaba: “Yo no me había olvidado de mis pretensiones literarias, a pesar de estar en aquel ambiente tan poco literario y tan sumamente politizado. Escribía grandes poemas, no sé en nombre de quién; tal vez del tiempo, de la lluvia o de la neblina, cuando la había o cuando la recordaba” (81). Este pasaje hace alusión a la época en la que el autor estudiaba en un campamento militar y pasaba sus días entrenándose para cumplir con la agenda revolucionaria inicial de Fidel Castro.

La segunda vez que el autor menciona su trabajo poético es cuando se encuentra trabajando en el INRA: “Yo seguía escribiendo poemas, aprovechando las máquinas de escribir del INRA y ese tiempo muerto que existe en toda actividad burocrática, garabateando papeles con poemas que creo eran verdaderamente malos. Se los enseñé a Raúl, que tenía conocimientos literarios, y me confesó que eran francamente horribles, pero yo seguía escribiendo” (97). La tercera y última vez que se mencionan sus poemas es cuando es arrestado en el verano de 1973 por “actos inmorales” —el gobierno castrista condenaba la homosexualidad y bajo esta ley encarcelan a Arenas—: “Yo no quería resignarme a la cárcel; antes de que Olga [Andreu] se fuera mecanografíe rápidamente mi poema “Morir en junio y con la lengua afuera”, cuyo borrador tenía en casa de unos amigos que todavía viven en Cuba, y “Leprosorio”, escrito a partir de mi experiencia en la cárcel de Guanabacoa. Olga sacó estos poemas” (183). Este pasaje refleja dos cosas importantes: que la segunda y tercera parte de su trilogía poética Leprosorio fue escrita años previos a 1973 y/o durante 1973, y que al momento de ser arrestado siente la necesidad de salvar esos manuscritos.

Para los fines del presente ensayo, analizaré de qué forma es tratada la infancia de Arenas en Inferno (2001; 2018) y en Antes que anochezca (1992) para así determinar paralelismos a la hora de enfrentar lo autobiográfico-poético y lo autobiográfico-narrativo. El primer indicativo que nos permite leer la poesía de Arenas como autobiográfica está en el prólogo de Juan Abreu, escritor y amigo personal del autor, que indica que sus poemas “nos sirven para profundizar en un Arenas inmediato, irredento, restallante como un bofetón propinado en respuesta a una ofensa que merece réplica inmediata” (13). El segundo indicativo está en el prólogo que Reinaldo Arenas hace en su libro Voluntad de vivir manifestándose: “Los textos de este libro son inspiraciones furiosamente cronometradas de alguien que ha vivido bajo sucesivos envilecimientos. El envilecimiento del poder bajo el castrismo, y el envilecimiento del dólar en el capitalismo” (167). El tercer indicativo está en la necesidad que tiene Arenas de incluir al final de algunos de sus poemas la ciudad y la fecha en la que estos poemas fueron escritos. La inclusión de estos elementos hace que el lector asuma que el contexto en el que fueron escritos los poemas es importante a la hora de su interpretación.

Como se indicó anteriormente, Inferno, su poesía completa, está compuesto por los libros Leprosorio (Trilogía poética), que vino a reunir sus libros El Central (Fundación), Morir en junio y con la lengua afuera (Ciudad) y Leprosorio (Éxodo), publicados póstumamente en 1990; y el libro Voluntad de vivir manifestándose (1991). Estos dos cuerpos poéticos están cargados de detalles autobiográficos donde Arenas explora asuntos como su infancia, la historia de Cuba, el campo, la ciudad, sus ideas políticas, su homosexualidad, su relación con el mar y otros aspectos que igualmente ocuparon un lugar importante en su vida. En general, su contexto será una parte fundamental para la creación de su obra entera. En palabras de la investigadora Ana Pellicer Vásquez (2005), “Probablemente Reinaldo Arenas hubiera sido un maldito en cualquier época y en cualquier lugar, dada su naturaleza consustancialmente rebelde. Su impulso subversivo era demasiado fuerte como para acatar algún orden. Pero es cierto que en el contexto de la Revolución cubana sus pautas vitales y literarias resultaron especialmente conflictivas” (532-33). En este sentido, Arenas se asume como una figura que se rebela ante el poder y ante todas las formas de opresión que existieron, pero la revolución castrista fue particular por su forma de oprimir los impulsos vitales del autor.

Parte del tinte autobiográfico en su poesía tiene que ver con su forma de trabajar las figuras maternas. Reinaldo Arenas nació y creció en un núcleo profundamente matriarcal: “El centro de la casa era mi abuela, que orinaba de pie y hablaba con Dios” (20). Su entorno familiar inmediato estaba constituido por su madre, su abuela, sus tías y su abuelo. En Antes que anochezca, una de las primeras descripciones que se hace de su madre es con relación a la figura de su padre: “Mi madre era una mujer muy bella, muy sola. Conoció sólo a un hombre: a mi padre. Disfrutó de su amor sólo unos meses. Mi padre era un aventurero: se enamoró de mi madre, se la «pidió» a mi abuelo y a los tres meses la dejó” (17). Esta relación de la madre de Arenas con la soledad también se va a dar en la forma como ésta se relaciona con el sexo:

Creo que mi madre fue siempre fiel a la infidelidad de mi padre y eligió la castidad; una castidad amarga y, desde luego, antinatural y cruel, pues en aquellos momentos tenía solamente veinte años. La castidad de mi madre era peor que la de una virgen, porque ella había conocido el placer durante unos meses y luego renunció a él para toda la vida. Todo eso le provocó una gran frustración. (19)

La descripción de las mujeres de su entorno inmediato como mujeres “solas” y “frustradas” se va a dar también en el caso de sus tías y de su abuela. Al hablar de su abuela, menciona que ésta había decidido no acostarse más nunca con su abuelo debido a la promiscuidad de éste: “Desde entonces, mi abuela decidió no acostarse más con mi abuelo; de modo que mi abuela también practicaba la abstinencia y estaba tan desesperada como sus hijas” (20). Arenas sostiene que desde temprano le enseñaron a odiar a su padre y asociará esta “frustración” sexual con la manera en que las mujeres de su entorno inmediato tienen para relacionarse con los hombres.

En Inferno, la primera mención a la figura materna se da en la primera parte de Leprosorio, su trilogía poética, cuando en el poema “Las buenas consciencias” se afirma lo siguiente:

(Madre amantísima
pobre madre mía.
disuelta ya en las ajadas tierras de
la infancia,
he aquí como el tiempo nos ha convertido
en adoradores del más implacable de los dioses,
el que no existe.) (38)

En esta estrofa se observa una actitud condesciente con respecto a la figura de la madre. En Antes que anochezca, el tratamiento hacia la madre es similar: se asume como una figura que, al haber sido abandonada por el padre, mantiene una actitud de sumisión ante la vida. En el poema, el verso “pobre madre mía” ilustra esa noción que Arenas tuvo de su madre. Lo mismo sucederá con la estrofa que cierra ese mismo poema donde Arenas utiliza la frase “pobre madre perdida”:

(Madre amantísima
pobre madre perdida
en el recuerdo de aborrecibles mañanas
en el tumulto de las horas en blanco
en la conquista de promesas inútiles,
he aquí como el tiempo nos ha convertido
en adoradores del más implacable de los
dioses,
el que no existe.) (43)

Si se relaciona esta estrofa con Antes que anochezca, se puede trazar un paralelismo entre la idea del verso “conquista de promesas inútiles” y la incapacidad que tuvo la madre de Arenas de volver a relacionarse románticamente con otro hombre que no fuese su padre: “Cuando alguien invitaba a mi madre a tomar cerveza, ella me llevaba también a mí; (…) Mi madre tal vez pensaba encontrar en aquellos bailes a un hombre serio que se casara con ella; no lo encontró o no quiso encontrarlo” (19). En este sentido, la actitud de Arenas hacia la figura materna será casi siempre condescendiente.

Más adelante, en el poema “Peripecias de un viaje”, también incluido en la primera parte de Leprosorio, Arenas aborda el tema de la reclusión bajo la ley militar y la visita de sus familiares. Su universo familiar está mayormente compuesto por sus figuras maternas y son estas figuras las que tendrán protagonismo en varios de sus poemas: “Y hemos descendido al día de todas las madres / Y hemos abrazado a las tías / Y hemos preguntado por la salud de nuestras abuelas” (53). Este escenario se repetirá en la tercera parte de Leprosorio: “¿Y en la batalla incesante entre abuelas, tías, madres, madrinas y demás alimañas allegadas que terminaba en tijeras surcando el aire, promesas de ineludibles ahorcamientos y reproches convulsivos a la Virgen?” (137-38).

Desde pequeño, Arenas tiene conciencia de lo que significa haber crecido en un núcleo familiar compuesto por mujeres “abandonadas”: “El mundo de mi infancia fue un mundo poblado de mujeres abandonadas; el único hombre que había en aquella casa era mi abuelo” (Antes que anochezca 20). En este sentido, el abuelo pasará a constituir el centro de sus relaciones paternas.

Las figuras paternas también servirán como guía a la hora de entender el carácter autobiográfico de su poesía. En Antes que anochezca, Arenas narra que su primer acercamiento con la política se dio a través de su abuelo, quien además pertenecía al Partido Ortodoxo. En palabras del propio Arenas, su abuelo era “antirreligioso, liberal y anticomunista” (51). Arenas también se cuestiona cuál era el origen de las nociones anticomunistas de su abuelo: “¿Por qué tenía mi abuelo aquella intuición de que el comunismo no iba a resolver los problemas de Cuba, si en realidad él nunca había padecido aquel sistema y padecía, sin embargo, casi todas las calamidades del capitalismo? Yo diría que era su intuición campesina” (51). La figura paterna representada por el abuelo se asume como autoritaria y violenta. En Antes que anochezca, Arenas narra cómo su abuela le pedía cuentas a Dios y a la Virgen por todas las desgracias que acechaban a la familia: “las sequías, los rayos que fulminaban una palma o mataban un caballo, las vacas que se morían de algún mal contra el cual no se podía hacer nada; las borracheras de mi abuelo, que llegaba y le caía a golpes” (20). En este fragmento, Arenas no realiza ningún tipo de valoración moral con respecto a las actitudes violentas de su abuelo. También se hace notoria la inmersión desde temprano de la figura paterna como aquella que abandona y vive de forma promiscua sin que esto genere ningún tipo de reprochabilidad o responsabilidad: “Mi abuelo había sido un don Juan, pero ahora era un viejo calvo. A diferencia de mi abuela, mi abuelo no hablaba con Dios, sino solo; pero a veces miraba al cielo y lanzaba alguna maldición. Había tenido varios hijos con otras mujeres del barrio, que con el tiempo vinieron también a vivir a la casa de mi abuela” (20).

Solo hay una mención con respecto a su abuelo en su poesía. En la segunda parte de Voluntad de vivir manifestándose, el poema llamado “Luna IV” narrará la relación que mantiene su abuelo con el entorno:

¿Serás aquélla, la misma que mi abuelo,
en un tiempo también intolerable,
señalaba como la única culpable
del destino sin fin de su desvelo
y el despilfarro total de su locura? (216)

Con respecto a la figura del padre, Reinaldo Arenas narrará en Antes que anochezca su primer y único encuentro con él:

Un día mi madre y yo íbamos caminando hacia la casa de una de mis tías. Al bajar al río vimos a un hombre que venía hacia nosotros; era un hombre apuesto, alto, trigueño. Mi madre se enfureció súbitamente; empezó a coger piedras del río y a tirárselas por la cabeza a aquel hombre que, a pesar del torrente de piedras, siguió acercándose a nosotros. Llegó hasta donde yo estaba, metió la mano en el bolsillo, me dio dos pesos, me pasó la mano por la cabeza y salió corriendo, antes de que alguna pedrada lo descalabrase. Durante el resto del camino mi madre fue llorando y, cuando llegamos a la casa de mi tía, yo me enteré de que aquel hombre era mi padre. No lo volví a ver más. (18)

En la segunda parte de Leprosorio, se refleja también este episodio de haber sido abandonado por su padre: “el cambiante rostro de un padre desconocido/ que no quiso aguardarnos” (121). Sin embargo, en todo su conjunto poético, esta será la única mención directa de lo que representó para el autor el abandono de su padre.

El universo familiar inmediato de Reinaldo Arenas está reflejado tanto en su autobiografía Antes que anochezca como en su poesía reunida, Inferno, lo cual permite concluir que hay parelelismos claros y directos entre su manera de abordar lo autobiográfico-familiar tanto en lo narrativo como en lo poético, asumiendo una voz literaria similar para manifestar este universo plagado de figuras tanto maternas como paternas. En cuanto a sus figuras maternas, éstas estarán representadas por figuras “débiles”, en el caso de su madre y de sus tías, siempre “abandonadas” por los hombres y, en el caso de su abuela, por una figura autoritaria que será el centro del hogar. Por otro lado, los hombres de su entorno familiar serán aquellos que “abandonan”, y es precisamente esta ausencia lo que causará un mayor impacto en Reinaldo Arenas, especialmente por la figura silente de su padre.

Conclusión

Para los fines del presente ensayo, no deja de sorprender la falta de trabajo crítico con respecto a la poesía de Reinaldo Arenas. Si bien la mayor parte de su éxito literario está constituido por su corpus narrativo, es importante destacar el peso que tiene sobre su obra la existencia de una obra poética completa publicada por primera vez en el año 2001 y reeditada en el 2018.

Al analizar brevemente las particularidades de su poesía, se evidencia también la constante referencia a pasajes autobiográficos y detalles de su vida personal, lo que convierte a su poesía en un espacio idóneo para reflejar su vida íntima y su relación con su contexto (Cuba y su posterior exilio). Estos elementos también son abordados por Arenas en su autobiografía, Antes que anochezca. Al reflexionar en torno a lo que significa la literatura autobiográfica de la mano de teóricos como Paul de Man y Philippe Lejeune, vemos que, a pesar de que existe una intención clara por parte de Arenas de asumir lo autobiográfico con la escritura de su libro Antes que anochezca, existen elementos que permiten afirmar la misma intención a la hora de abordar su trabajo poético. Parte de estos elementos están representados por el entorno familiar directo de Arenas donde destaca la presencia de figuras maternas (madre y abuela) y las figuras paternas, presentes en el caso del abuelo y ausentes en el caso de su padre. Si bien existen diferencias con respecto a la forma de estructurar ambos cuerpos literarios, tanto Antes que anochezca como Inferno mantienen similitudes a la hora de abordar el fondo de sus relaciones familiares, lo que quiere decir que, específicamente con respecto a su poesía, el autor no se inventa otro universo familiar distinto al que se asume en Antes que anochezca. En definitiva, a pesar de estar escrito desde una clave poética, Inferno es una obra que debe ser leída en clave autobiográfica y que, al hacerse de esa manera, puede expandir y complementar el universo autobiográfico propuesto en Antes que anochezca. Ambos libros, escritos desde registros distintos, son complementarios y pueden servir para conocer más sobre la figura mítica de Arenas, figura que sigue generando fascinación y que funciona también para conocer las crueldades de un contexto político y social que intentó destruir su espíritu, pero que también le permitió florecer a través de las obras que dejó.